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El viejo loco

"Está bien loco el viejito. – Le contesta sonriendo – Siempre se está peleando con alguien, pero últimamente se ha agarrado bien duro con el señor de la casa de ahí, al que le está gritando". Foto: Enrique Serna.

Juan Llorente.

 

Con la luz de la mañana, el mendigo loco, sale de su gran colección de cajas de cartón y botes de basura pegados unos a otros con cinta de aislar.


Sale muy temprano, se estira y le sonríe al gato tuerto que va pasando por ahí.


- ¡Ven mi gatito consentido! – dice el viejo condescendiente – Como siempre yo te voy a dar algo de comer para que no pases hambre.


En la puerta de su casa, el pandillero sin pandilla, lleva un cigarrillo sin prender en la boca y se busca en los bolsillos con fastidio. En cuanto ve pasar al estudiante que se dirigía muy temprano a la universidad lo mira con apuro y gusto.


- ¡Chavo! – le hace señales- porfa, préstame lumbre, ¿no? Porfa.- le ruega.

- Claro. – saca el encendedor y le prende el cigarrillo al pandillero sin pandilla.

- ¿Quieres un cigarrito?- ofrece el pandillero.

- Nos lo echamos- contesta con sonrisa el estudiante.


Está prendiendo su cigarro y a punto de despedirse cuando los interrumpen los gritos del viejo loco.

- ¡Sal, cobarde! - grita el anciano a todo pulmón. - ¡Le voy a decir a todos en nuestra calle cuánto dinero ganas, infeliz!- Le grita a la ventana de la casa que está frente a su montón de cartones y botes.

- Chale. ¿A ese señor que le pasa?- Le pregunta el estudiante al pandillero.

- Está bien loco el viejito. – Le contesta sonriendo – Siempre se está peleando con alguien, pero últimamente se ha agarrado bien duro con el señor de la casa de ahí, al que le está gritando.


El gato tuerto se detiene cerca, a medio camino entre los jóvenes y el viejo loco, se lame una pata y voltea a ver al viejo que está cerca de él.


- El señor de la casa es un mafioso del chisme- continúa el pandillero - inventa chismes de la gente y las tragedias y siempre hace un dineral con eso. – Sonríe con cara de maleante y agrega – Luego hasta fabrica las tragedias.

- ¡Que manchado! – Contesta el estudiante dándole una fumada a su cigarrillo.- ¿Y no lo arrestan?

- ¿Por qué lo van a arrestar?- contesta el pandillero en tono cínico – Decir mentiras con el megáfono para que todo el Callejón de las Palabras se las crea no es ningún delito.


El joven estudiante sonríe entre una bocanada de humo y otra.

- Y luego no todas son mentiras. – continuó el pandillero – El otro día, así como está el viejo loco gritándole en la puerta de su casa, el mafioso del chisme, le pegó en todos los cartones de su casa y en los postes de la zona, unas fotos de la casota en la que vive su hijo, una señora casa en la colonia Nápoles, en la calle de Texas, aquí adelante. – Los jóvenes comenzaron a reír entre dientes, tratando de ser discretos.- Y como el viejo loco siempre está haciendo alarde de que él vive en un humilde palacio de cartón, pues ya te imaginarás como se armó el chisme en todo el callejón.- Los jóvenes reían ahora carcajadas.


- ¿Y porque se están peleando? ¿Qué historia se traen o qué?


- Pos es que el viejo loco, hace tiempo, dijo que iba a arreglar todas las broncas del Callejón de las Palabras. Se puso a recolectar dinero de todos los que hacen trabajos más o menos chidos, hasta el mafioso del chisme le dio lana, y el loquillo dijo que iba a traer otros policías, unos que no robaran y así.


- Pues obvio se puso a chuparse la lana de todos. – Se adelantó el estudiante viendo que no le quedaban más de dos fumadas a su cigarro.


- ¡Nel, peor!- dijo el pandillero – Uno de esos que se chupara la lana ya tuvimos también aquí, hace como diez años y armó un desmadre durísimo en todo el callejón, pero este loquito, lo que hizo, - sonrió el pandillero- fue regalar el dinero a la señora de los tamales que se pone como a dos cuadras, la convenció de que trajera a sus hijos a poner puestos de mercado, a que pasearan a los perros de la zona. Le compró uniformes nuevos a los mismos policías y le decía a todos que eran otros policías. Los hijos de la tamalera se robaron a los perros y los vendieron y pura tracalería de esa.


Arrojando la colilla del cigarro al suelo y pisándola, el estudiante se le quedó viendo al viejo loco y le preguntó al pandillero:


- ¿Por qué no lo corren?


- ¿Para qué? – Contestó con una pregunta el pandillero sin pandilla, tirando también su colilla para pisarla – Va a haber más, siempre hay más, de donde salió ese, vienen otros miles. Uno tras otro.

- ¿Nunca te has querido cambiar de lugar? – preguntó el estudiante - ¿Irte a otra colonia o a cualquier otra parte?

- Nel- contestó el pandillero sin pandilla- ¿A dónde me voy? – preguntó de nuevo acomodándose los lentes negros - ¿A la Nápoles, para encontrarme al hijo del viejito?

- Voy a construir un tren para que vayas a todos lados, gatito – Le decía el viejo loco al gato tuerto, se había acercado mientras los jóvenes fumaban y estaba cargando al gato. Con todo y bicho en los brazos se giró con enojo hacia la casa del mafioso del chisme y gritó. - ¡¿Me escuchaste mafioso?!... ¡Voy a construir un tren que atraviese todo el callejón de las palabras y tú no te vas a poder subir, por mafioso y por fifí!

- Mira, ahí viene la Esperancita.- Le dijo pandillero al Estudiante.- Le va a quitar el gato tuerto al viejito, ya no se caen bien, pero antes andaban de la mano y todo, el viejito le dijo a todos, con ella de una mano, que él iba a cuidar al gato México, hasta Esperanza le creyó, y el viejito lo que hizo fue llevar a los hijos de la tamalera, que son bien delincuentes, a la casa del veterinario. Los infelices lo corrieron del callejón y le robaron todo de su casa.

- Chale – contestó el estudiante con desánimo en la mirada.- ¿Y ahora quien atiende a México?

- ¿¡Pos quien va a ser?! – dijo el pandillero ofreciéndole otro cigarro al estudiante – Llévate otro para el camino, carnal. Los mismos de siempre, nosotros… nadie, oye, mejor vámonos riendo, mi hermano, ya va a llegar la Esperanza y le va a armar un pancho al viejito, no quiero que me toque a mí también por mirón.

- Nos topamos. Fue un gusto… ¿Te prendo otro cigarro?


El estudiante se fue después de hablar con su nuevo amigo y a los pocos metros se encontró a la niña Esperanza.


- Hola señor del futuro- dijo la niña Esperanza al estudiante. - ¿Has visto a mi gato?

- Lo tiene abrazado el viejito loco. ¿Se lo vas a quitar?

- No hace falta- dijo la niña – Muy pronto se va a ir él solito. El viejo loco lo sigue cargando y creyendo que México lo quiere mucho.

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