Jorge Morales.
Foto: Fiscalía General del Estado de Querétaro
Este fin de semana, previo a la conmemoración del 8M, en nuestro país se suscitó un acontecimiento que encuentra sus precedentes en los episodios más oscuros de la historia mexicana del deporte, en especial del futbol, pero que bien puede reflejar lo que es la sociedad completa, pues así como se dice que el pueblo tiene el gobierno que se merece, también se tienen el deporte y los aficionados merecidos.
Una Fúrica horda de aficionados queretanos apabullaron a una disminuida porra jalisciense del Atlas, el escenario fue un estadio de futbol que en minutos se convirtió en una especia de arena romana durante un despiadado combate donde corría, además de alterados facinerosos, sangre, sudor y lágrimas, literalmente.
Las imágenes que inundaron las redes sociales al instante, hicieron presumir en medios al menos 17 personas fallecidas pero la audaz intervención oficial, antes de realizar cualquier investigación, negó los trágicos argumentos para asegurar que sólo había personas lesionadas, hoy se sabe que una de ellas perdió un ojo a consecuencia de las repetidas contusiones de las que fue objeto.
Pero esto no es una crítica contra la gente de Querétaro, ni por el estado, y por increíble que parezca, tampoco contra la afición queretana, pues esto pudo bien ocurrido en cualquier otro lado y bajo cualquier otra circunstancia, así está nuestro país. Jamás se pretenderá juzgar de ninguna manera, ni a los habitantes ni a la entidad en cuyo vientre se gestó la independencia de México, con quienes además este medio guarda lazos indestructibles.
La actitud de la autoridad futbolística mexicana no fue muy distinta y luego de tres jornadas de especulación, resolvió con sanciones tan extremas como dejar sin recreo a un niño que golpeó a su compañero y le sacó sangre, lo que deja la puerta abierta a que esta situación se repita en algún otro estadio de nuestro país. Al aficionado le gusta desafiar las reglas y se vanagloria de ello, pocas cosas llenan de gusto al aficionado futbolero que esgrimir al unísono el calificativo "puto", cada vez que el portero contrario despeja el balón, ninguna sanción ha podido erradicar esa "popular" muestra del ingenio mexicano.
Pero la violencia en La Corregidora, como expuse al principio, no es más que una ventana de la violencia que impera en la sociedad mexicana. La violencia de género, la violencia feminicida, la violencia doméstica, la violencia infantil, la violencia que genera el narcotráfico, la violencia que sufre el transeúnte día con día en su ciudad, la que sea. La violencia tiene lugar porque el violento está seguro que contará casi con impunidad absoluta.
Cifras oficiales revelan que de los delitos cometidos y denunciados en nuestro país, menos de diez por ciento llegan a tener sentencia, el resto quedarán en el limbo jurídico mientras responsables de violaciones, asesinatos, robos y demás linduras que se cometen día con día, caminan por las calles.
Y así como se niega una problemática para hacer ver que se lleva buen derrotero, que se sigue un buen camino, también se niega a la ciudadanía el derecho que tienen a darle solución, y continuará con el gobierno y el futbol que merece.
***Las opiniones vertidas en esta sección no necesariamente reflejan la línea de este medio.
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