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La Sangre en el callejón

Los camilleros se detuvieron a causa del rugido del estudiante, en el movimiento se deslizó la manta que cubría el cuerpo de una jovencita de la misma edad que el estudiante, semidesnuda, golpeada, hinchada por estar días sumergida en agua. Foto: Enrique Serna / @esernamx

El Callejón de las palabras

Juan Llorente

 

Una soleada tarde más en el Callejón de las Palabras. Dando la vuelta a la esquina, pasa el estudiante frente a la casa de Satanás. Ya se acostumbró a verlo y ya no le da tanto miedo, es un vecino como todos y, según le narró al estudiante el mismo ángel caído en otra ocasión, Belcebú es el único de todos los vecinos del Callejón de las Palabras que no tiene otra opción.


“Perdí la guerra, ¿sabes?” Le había dicho Lucifer al estudiante en aquella plática. “Me da mucha curiosidad como es que los humanos creen que les puedo comprar el alma, o que creen que tengo un infierno donde ponerla, ¿has visto alguna vez que el ganador de una guerra le regale un palacio y le dé un cargo importante al derrotado?”


Aquella plática le pareció enriquecedora al estudiante y mientras pasaba frente a la casa del malévolo se sorprendió a sí mismo pensando “Me cae bien, no es ningún malévolo” y entonces lo vio, sentado en la escalinata de su casa, obscuro pero con la cara gacha, sus atemorizantes ojos que brillaban con fuego, entrecerrados y la cara a medio esconder. Le pareció notarlo triste y apagado.


⦁ ¡Lux! – dijo el estudiante acercándose al ángel caído. - ¿Qué pasó, qué tienes?- preguntó muy sorprendido. Satanás se limitó a esconder un poco más la cara y desde ese rostro sin rostro, su metálica vos pero esta vez apagada, contestó con una sola palabra.


⦁ Vergüenza

⦁ ¿Vergüenza, chamuco, por qué vas a tener vergüenza si en realidad no has hecho nada malo?

⦁ Por eso me avergüenzo estudiante, porque soy inocente, yo no hice esto y ahora todos creen que yo tuve algo que ver.

⦁ ¿De qué hablas carnal? – preguntó el estudiante con expresión de no entender.

⦁ ¿¡No te has enterado de nada?! – Preguntó el diablo exaltado.

⦁ Estaba en exámenes Lucifer. ¡Cuéntame! - Exclamó .


El maligno se levantó de las escalinatas sin chistar, se sacudió los pantalones y con esa escabrosa luz de fuego en los ojos le dijo al estudiante:

⦁ Ven para acá, te voy a mostrar, porque nadie me cree más allá de la pandilla y de ti- dijo Lucifer tomando de la mano al estudiante y casi arrastrándolo calle arriba.


Pasaron frente al palacio de cartón, allí estaban peleándose a palabras, gritos y sombrerazos, el mafioso de los chismes, el viejo loco, la científica y estaban algunos amigos del mafioso de los chismes también, pero curiosamente no estaba el payaso que andaba siempre con él. La cosa estaba un poco caliente:

-¡Pero no los mataron porque fueran periodistas, mafioso! – gritaba el viejo loco - ¡Seguro los mataron por andar en malos pasos, como tú, mafioso de los chismes!

- ¡Te la pasas atacándome viejo loco, crees que yo soy tu enemigo igual que todos los que no están de acuerdo contigo!

- ¡Deja en paz al viejito! – Se metió entre ellos la científica- ¿Qué no ves que él sólo está pensando en el bien de todos nosotros?, ¿no te cansas de inventarle chismes a él y a mí también – casi llorando agregó la científica - con eso de que, según tú y toda tu bola de mafiosos del chisme, yo tuve la culpa de que se cayera la escuela y de que se cayera la estación de metro!... ¿También tengo la culpa de que se acabe el agua de la calle Nuevo León?.. ¡Maldito mentiroso traidor! – gritó encolerizada.

- ¡Eres un traidor! – gritó el viejo loco.


El estudiante estaba muy interesado en el agarrón de hoy, pero sorprendentemente, Satanás los ignoró a todos, siguió calle arriba jalando al universitario del brazo, como si no hubiera nadie peleándose frente al palacio de cartón.


Unos metros más adelante, ahí había un tumulto en la esquina del motel, había patrullas, sirenas, cámaras de televisión y mucha gente. Una camioneta oficial recogía un cadáver cubierto.


⦁ ¡Mira! – dijo Satanás cuando comenzaron a escurrirle lágrimas de fuego por las mejillas. – Están diciendo que fui yo Estudiante.

Sin poder decir una palabra, el estudiante se aproximó y lo que se presentó frente a él le cambió el tono de piel.

⦁ ¿Quién es? – logró articular la pregunta. Un reportero lo escuchó al momento que iba a tomar una foto y contestó distraídamente:

⦁ Dice el poli de aquel lado que se llamaba Debanhi y que sus papás tenían una semana buscándola, según ya habían pasado por aquí rastreándola los hijos de la tamalera y habían dicho que no había nada.

⦁ ¡¿Quién es?! - volvió a preguntar el estudiante con rabia.

⦁ Se llamaba Esperanza- dijo una sobrina de la tamalera, una de las que cobra su salario por hacer ninguna tarea en específico.

⦁ ¡¿Quién es?! – gritó el estudiante casi fuera de sí.


Los camilleros se detuvieron a causa del rugido del estudiante, en el movimiento se deslizó la manta que cubría el cuerpo de una jovencita de la misma edad que el estudiante, semidesnuda, golpeada, hinchada por estar días sumergida en agua.


⦁ Se llamaba María Luisa. – dijeron los camilleros al unísono.

⦁ Se llamaba Fabiana – contestó otro de los hijos de la tamalera.

⦁ Se llamaba Jimena – contestó otro reportero.


Se llamaba, se llamaba, se llamaba…. Mil nombres dijeron todos, en voz baja, inmóviles. Llorando el estudiante miró a Satanás, quien no se atrevía a levantar la cara.


⦁ Yo sé que tú no tuviste nada que ver en esto – dijo el estudiante.


Unos metros atrás, ahí estaba la pandilla, junto con el payaso y con la niña Esperanza. Ella sostenía al gato México en los brazos, todos lloraban. El estudiante se acercó. El payaso se cubría la cara con la misma vergüenza que Satanás. El maquillaje le escurría combinado con las lágrimas.


Esperanza levantó la cara para ver al estudiante y le mostró que el gato México también estaba muerto.


⦁ ¿Qué le pasó? – preguntó el estudiante descorazonado, acuclillándose.

⦁ Lo mataron – dijo la niña Esperanza secamente.

⦁ ¿Quién hizo esto?- preguntó el estudiante con la poca voz que le quedaba.

⦁ Los mismos que la mataron a ella- contestó Esperanza con mirada de furia. – Los mató la indiferencia, los mató la mentira, los mató la ambición, a los dos los mató la crueldad, la inconciencia, los mató el egoísmo… ¡Los mataste tú, maldito futuro! – gritó la niña llorando con furia – ¡los mataste tú, pasado mentiroso! – dijo señalando al payaso.- ¡Los mataron todos ustedes!- gritó la niña de forma ahogada - ¡A México lo matamos todos! - dijo la niña ahora en un sollozo. -¡A ella la matamos todos juntos! – continuó en un susurro - Todos los que no hicimos nada, todos los cómplices del silencio somos los asesinos.


FIN

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