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El callejón de las palabras


Callejón de las palabras. Foto: @monikgs20

Juan Llorente

 

Caen las últimas gotas de la lluvia sobre el pavimento del callejón, lleno de charcos y con basura y cacharros viejos arrinconados en las paredes, el callejón deja ver el cielo abierto del atardecer con los nubarrones descargados de agua ya, nubarrones difuminándose con el sol de la tarde.


Del bote de basura que está junto a la entrada de la pequeña callejuela salen ruidos y se mueve un poco antes de que salga la tapa empujada desde adentro. Se asoma una niña de unos siete, tal vez ocho años. Al tratar de escalar para salir del gran bote provoca que este caiga estrepitosamente, la arroja hacia un charco. En un brazo sostenía a su gato tuerto que se le escapa cuando ella trata de meter las manos para no rasparse más la cara.


El joven estudiante de la universidad estatal que va pasando la ve y trata de ayudarle a levantarse.


- ¿Estás bien, pequeña?

- ¡No me toques pervertido! – gruñe la niña alejándose del desconocido.

- Tranquila- dice el estudiante. – No te voy a hacer nada


La niña lo mira con recelo de arriba abajo. Ella está bastante maltrecha, mojada, los zapatos no coinciden, la faldita en condiciones miserables ya no contrasta, el rosa mexicano hace mucho que parece más bien lila.

- ¿Qué quieres? – pregunta ella esquivando al joven para ir y atrapar a su gato tuerto. – ¿Qué no ves que tengo que conseguirle algo de comer a México?

- ¿Tu gato se llama México?

- Es lo único que se escribir. No tiene por qué gustarte, es de la calle. ¿Tú eres de esos que va a la escuela y tiene zapatos caros?

– El universitario la mira con un poco de vergüenza.

- Si niña, voy a la escuela.

- ¿Tú eres el futuro? – pregunta la niña que atrapó y sostiene al gato tuerto en un brazo a la vez que, con el dorso de la otra mano se limpia los mocos embarrados sobre su nariz y su cara.

- ¿No estás esperando mucho de mí? Sólo soy un estudiante.

- ¿No debería?


El estudiante se pone en cuclillas y saca un pedazo de papel de baño que seguro traía desde su casa. Le trata de ayudar a la niña a limpiarse la cara.


Ella le suelta un mantazo y da un paso para atrás.


- Te dije que no me toques.

- ¿Quién te ha lastimado?

- ¿Qué te importa?... ¿¡Ahora resulta que te importa?! – grita la niña con rencor, México mira con su único ojo bueno al desconocido, todos se quedan quietos.


México se revuelve en el regazo de la niña que no hace ademán de moverse en ninguna dirección.


- No quería asustarte ni molestarte. – El estudiante se levanta y mira a la niña mientras busca en sus bolsillos. – Toma, cómprale algo de comer a México.

- México no necesita dinero. – Dice a la niña que mira al estudiante con lo que podría ser tanto decepción como indiferencia. – México necesita un veterinario, México tiene pulgas, México tiene hambre, México se muere de dolor y yo no sé cómo hacer nada más que apapacharlo y le junto los desperdicios de basura para los dos. De eso vivimos nosotros, señor futuro.

- Yo no traje esa basura, no te enojes conmigo, niña.

La niña perdió interés en el estudiante y se queda viendo un periódico que flota en el charco más cercano. Se acerca al charco y mira el periódico y le pregunta al estudiante:


- ¿Qué dice?- El estudiante se vuelve a acuclillar, esta vez frente al charco y lee sin tocar el papel para no deshacerlo.

- Dice que Rusia se va a meter a Ucrania y que todos los demás países no van a dejar a Ucrania sola y que van a castigar a Rusia entre todos.

- ¿Todos los demás son buenos?- El estudiante sonríe y niega con la cabeza.

- No niña, en esa historia no hay buenos, solo unos malos mas fuertes que otros malos. Alguien, no recuerdo quien, dijo alguna vez que la guerra es un motón de jóvenes que no se conocen y se matan bajo las órdenes de unos viejo que se conocen muy bien y que no se atreven a matarse.

- ¿Quién si trajo esa basura? – preguntó de nuevo la niña regresando su atención al callejón, con esa facilidad típica de los niños.

- Todos- contestó el estudiante con desagrado y malestar, mirando con más decepción y amargura que la niña – Nadie.

- ¿Quién quiere la guerra en ese país?- Señala ahora hacia el periódico de nuevo.

- Los mismos todos, niña… Los mismos nadie. – contestó el estudiante consternado ante la pequeña que lo mira con ojos de adulta, sabia y de rota.

- ¿Tú que haces aquí señor futuro?


El estudiante se da cuenta que la niña no quiere nada de él, no quiere nada que ver con él.

- Estoy buscando las palabras. El callejón de las palabras. ¿Tú sabes dónde está?


La niña mira al interior del callejón y le señala con un gesto de la barbilla.


- Hay una casa donde a veces le dan de comer a México allí. Este es el callejón de las palabras. A veces me dan un poquito a mí también, si quieres te llevo a ver si tienes algo que decirles a todos los que allí estamos siempre, aunque México se muera.

- ¿Cómo te llamas niña? – Preguntó el estudiante a la pequeña que comenzó a caminar hacia el Callejón de las Palabras.

- Esperanza.


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