Juan Llorente
El estudiante viene caminando por el Callejón de las Palabras con la luz de la tarde, disfruta un cigarro y sonríe para sí cuando pasa frente al palacio de cartón, obviamente el viejo loco ya no está peleándose con el mafioso de los chismes, el viejo loco sólo sale por las mañanas, eso sí, nunca falta, sale todas las mañanas de su palacio de cartón y grita su homilía contra el enemigo en turno, y siempre contra el mafioso de los chismes.
El estudiante saluda con un movimiento de cabeza y una sonrisa al pandillero sin pandilla. Hoy está trabajando arduamente en arreglar la moto destartalada porque un día se va a ir en ella a la playa más cercana. Se detiene a saludar al gato tuerto, México, lleno de pulgas y medio muerto de hambre.
- Buenas tardes. – Dice una figura que está sentada en una de las escalinatas en el Callejón de las Palabras. Inmediatamente México abre el único ojo con curiosidad y se acerca al desconocido y lo huele.
- Buenas - contesta el estudiante mirando al gato México acercarse al extraño con absoluta confianza, y se sorprende de escucharlo ronronear. Señor, no lo conozco – dice el estudiante pero México le tiene confianza.
- En realidad – Dice la figura a la que las sombras de la tarde y un sombrero de esos que parecen de investigador privado de las películas viejas, le cubren el rostro.- México es mío. – El estudiante se queda petrificado ante tal aseveración y ante la pequeña risa que suelta el misterioso ser. – Obvio, no se lo digas a Esperancita, ella cree que mi gato es su gato. – continuó en un tono ligeramente siniestro.
- ¿Por qué está tan mal su gato, señor? – pregunta el estudiante sin salir del todo de su estupor, pero al mismo tiempo, México se le restriega contra una pierna ora y luego contra la otra y se deja acariciar.
- Yo lo veo muy contento. – Dice el tipo del sombrero cuya cara el estudiante no ha podido ver.
- Tiene pulgas, le arrancaron un ojo, siempre está enfermo, el viejo loco le da puras porquerías de comer, el mafioso de los chismes lo ha pateado para echarle la culpa la junta de colonos… ¿Qué no ve que está bien mal? - Dice el estudiante con enojo.
- Yo no le hice nada de eso - Dice el hombre con desenfado, acariciando al gato – se lo ha hecho él solito. Yo lo dejo que él haga lo que se le antoje. Si quiere venir a dormir al tapete de la casa, el tapete está puesto para él, si quiere ir al palacio de cartón del viejito, que vaya a comerse la chatarra que el viejo loco le da. Si quiere ir a que la científica lo muestre como un tonto y lo tilde de inútil para que todos en el callejón veamos que buena es ella con el pobre gatito idiota… Yo lo dejo que vaya y que hagan con México un espectáculo de miseria. Siempre ha sido mío y siempre ha sido libre – continúa el curioso personaje - ¿Quieres un cigarrito? – ofrece el extraño.
- No, gracias – contesta el joven pensativo – acabo de apagar uno.
- ¿Has visto que mi gato se la pasa a los pies de la virgen que pusieron los vecinos allá arriba, en la esquina de la calle con camellón?
- Si- contesta el estudiante con cierta timidez – ahí se cubre de las lluvias cuando Esperanza no está. – La obscura figura ríe secamente y al estudiante se le eriza el pelo.
- Esa pobre niña, le ha ido re mal, pero a México… A México, siempre fiel, ni se diga cómo le ha ido – dijo el individuo con sincera tristeza.- el ojo se lo sacaron en un pleito los gatos más grandes que sabían pelear del otro lado de la calle de Texas, y le quitaron la mitad de su territorio.
- ¿Y usted no hizo nada?
- ¿Yo le dije que se fuera a pelear con los gatos de aquel lado?- preguntó el hombre que sacaba una cajetilla de cigarros del bolsillo del traje. – Al contrario, yo hice lo que pude para que estuviera fuerte y se defendiera, pero tus vecinos, los del comité de vigilancia lo querían tener allí, a los pies de la virgen de piedra, esa que se ve bien bonita.
- ¿Y por qué no lo cura y lo guarda?
- Porque es libre- dijo el tipo del sombrero- o eso cree el pobrecillo – dice eso mientras le acaricia la cabeza.
- ¿Por qué no lo ayudas?
- ¿Cómo?- preguntó el hombre - ¿Qué hago, muchacho?, ¿lo obligo a comer lo que debe?, ¿se lo arranco a las malas al viejito loco de las manos cuando lo carga en las mañanas?, ¿se lo quito a Esperanza que siempre dice que mañana todo va a estar mejor? – el hombre empezó a hablar en un tono de enojo - ¿Voy y le pego a los adolescentes que se la pasan llevando y trayendo droga y que se divierten poniéndolo más sonso con sus sustancias esas? – se interrumpió a sí mismo para prender su cigarro y la llama le iluminó el rostro, el estudiante no pudo contener un paso hacia atrás y casi trastabilló.
El fuego del encendedor iluminó un rostro rojizo y rugoso, como si se tratara de una cara completamente quemada y siguiera la carne viva allí, los ojos radiaban una iluminación amarillenta, casi dorada, el hombre llevaba barba de candado recortada impecablemente y sonreía con cinismo.
- ¡Tú eres el diablo!
- Mucho gusto estudiante – dijo la macabra figura cuyo rostro volvió a quedar en la sombras después de encender su cigarrillo. – No soy tan malo como dice la biblia, joven, no se espante.
- Tú puedes hacer lo que quieras.- dijo el estudiante que estaba a punto de salir corriendo- ¿por qué no salvas a tu gato si tanto lo quieres?
- Has visto demasiadas películas, mi joven estudiante – afirmó Satanás a quien las brasas de su cigarro le iluminaban esos ojos dorados e iridiscentes – yo no tengo poder, yo sólo doy elecciones, México esta jodido por sus propias decisiones. Porque se deja cargar por Esperancita a todas partes en vez de buscar la forma de volverse fuerte. Porque le hace caso al mafioso de los chismes – siguió Belcebú después de dar otra fumada – Porque deja que el viejito loco lo ponga a los pies de la virgen de piedra, porque no hace nada por huir de los adolescentes que transportan drogas… Porque México está muy cómodo de ser un gato jodido cuando debería ser un tigre de Bengala, pero eso requiere trabajo y preparación, y mi gato México, joven estudiante, es un gato flojo y desinteresado.
Se levantó de sus escalinatas Lucifer, se sacudió el polvo del impecable traje y se dio la vuelta para caminar calle abajo, sin girar por completo se detuvo y dirigió una mirada hacia atrás, hacia el estudiante para que este echara una última mirada a sus ojos.
- Además – dijo – ¿Para qué lo quiero grandote, fuerte y bonito? – preguntó el ángel caído – Así como está, jodido, débil y feíto me divierte más, mucho más, así lo quiero.
Satanás se alejó con el gato tuerto siguiéndole los pasos y paseándosele entre las piernas al eterno condenado hasta que se perdió en el anochecer.
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