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Frank Ghery, la silente retórica del movimiento


Arquitectura de Frank Gehry. Foto: Especial.
Las obras de Gehry parecen mantener un diálogo amigable con los elementos naturales, se establecen con determinación entre la verticalidad para crear escenarios inimaginables, sólo posibles en la mente del artista.

Enrique Serna

@esernamx

 

Autor de edificios que dejan huella imborrable como el Museo Guggenheim, Bilbao; La Casa Danzante, Praga; Museo de la Biodiversidad, Panamá; Campus Facebook, California; Fundación Louis Vuitton, París; Pez Dorado, Barcelona; Stata Center, Cambridge, EE UU.


El Jay Pritzker Pavillion del Millenium Park, en Chicago, parece haber sucumbido ante las fuertes ráfagas de viento que azotan la ciudad, pero no hace falta observarlo con mucho detalle para reconocer el lenguaje planteado por el arquitecto estadounidense Frank Gehry en sus obras, impactantemente dinámicas.


Su principal motivación es aportar elementos artísticos al entorno citadino, por lo general, inundado por líneas y ángulos rectos. Gehry es uno de los arquitectos icónicos del movimiento deconstructivista, corriente que se caracteriza por el desenfado de las formas, en las que predomina la ausencia de planos verticales u horizontales que resulta en edificaciones fantásticas, lúdicas; que incitan a la imaginación.



La arquitectura del norteamericano se ha considerado como un rompimiento categórico frente a los formalismos establecidos, una propuesta tendiente al dislate sensorial mediante el uso de materiales inacabados y una geometría simple influida en gran medida por corrientes minimalistas; en su obras brotan esencias cubistas que otorgan lo que muchos han llamado “un desorden controlado” que más bien tiende al expresionismo abstracto.


Sin embargo, Frank no considera contraponerse a la normalidad estructural de la arquitectura, por el contrario, busca, encuentra y muestra la singularidad de los materiales y las texturas para realzar su presencia en un bien logrado juego de volúmenes de apariencia irreal, para Gehry sus edificaciones son obras de arte similares a esculturas, no sólo satisfacen la necesidad de espacios funcionales, sino que aportan elementos estéticos a la imagen urbana. En los exteriores, el arquitecto se vale principalmente de la maleabilidad del metal o descoloca figuras geométricas para otorgar movimiento a sus diseños; pero en el interior integra un elemento cálido, acogedor y orgánico como la madera.



La osadía de sobreponer los aspectos plásticos por encima de valores económicos o sociales, le ha valido para ser galardonado con los premios Pritzker y Príncipe de Asturias, entre otros. Aunque su trabajo enfrenta detractores, sus edificios están llamados a permanecer en la memoria colectiva y a convertirse en motores que dinamizan la vida de una comunidad, como ocurrió en el País Vasco, donde el museo Guggenheim de Bilbao provocó un gran impacto social y económico, potencializó el desarrollo turístico y la revitalización de espacios públicos.



Fue precisamente el museo Guggenheim la obra con la que alcanzó reconocimiento global, en ella destacan detalles curvilíneos cubiertos de piedra caliza, cristal y placas de titanio; como si se tratase de un navío que bambolea sobre el agua.


Entre las obras más representativas del estadounidense pueden destacarse las siguientes:

La Bodega Marqués de Riscal, Álava. Un lujoso hotel cuyo aspecto es muy parecido al Guggenheim pero con mayor dinamismo y color, el artista utilizó titanio teñido de rosa, oro y plata. Mediante ventanas de madera, el edificio se integra perfectamente a las construcciones de la zona, que se remontan al siglo XIX.


En el corazón de Los Ángeles, California, Gehry construyó el Walt Disney Concert Hall; su diseño también remite al museo de Bilbao, la curvatura de las formas metálicas alojan un auditorio recubierto por completo con madera de abeto, la misma que se usa en la fabricación de violas y violoncelos.


A orillas del río Moldava la Casa Danzante de Praga parece bailar eternamente con el viento entre edificios barrocos y góticos que la observan inmóviles. La construcción muestra una cadencia vertical semejante al cuerpo humano en movimiento.


La primera obra de Frank Gehry en América Latina fue el Museo de le Biodiversidad en Panamá, donde el arquitecto narra la historia del surgimiento del istmo de Panamá a partir del choque entre dos continentes, con lo que se modificó la biodiversidad del planeta. Se aspecto asemeja coloridos bloques y placas de juguete superpuestos unos sobre otros como el efecto de un cataclismo infantil.


Las obras de Gehry parecen mantener un diálogo amigable con los elementos naturales, se establecen con determinación entre la verticalidad para crear escenarios inimaginables, sólo posibles en la mente del artista.


***Texto publicado originalmente íntegro en The Lux and Class

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