El payaso miró con furia al estudiante, su semblante se había vuelto muy obscuro, se había convertido en un payaso verdaderamente macabro. Tomó al estudiante por las solapas de la camisa y lo comenzó a empujar furioso. Foto: Enrique Serna / Archivo.
El Callejón de las Palabras
Juan Llorente
El estudiante viene regresando de la universidad, se le nota el cansancio y, como buen joven, viene oyendo música. En cuanto entra al callejón se detiene al ver a un gentío. Busca en medio de la multitud, hay mucho ruido de las docenas y docenas de personas que pasan caminando calle arriba y calle abajo, logra reconocer al pandillero sin pandilla que está platicando con otro joven vestido de manera similar.
¿Quihubole?-Pregunta el pandillero en cuanto ve al estudiante acercarse con cara de confundido, viene esquivando gente y a veces abriéndose paso entre ellos con los codos. – ¡Ora si te agarraron como al Tigre de Santa Julia!
- ¿Y eso cómo fue?- pregunta el estudiante con cara de alivio en cuanto logra ponerse a salvo en la escalinata de la casa del pandillero sin pandilla.
- ¡Con los calzones en la mano!- contesta el pandillero riendo, igual que su amigo aun sin presentar, el estudiante sólo resopla y sonríe con expresión de derrota.
-Y tu cuate, ¿quién es?- pregunta el estudiante señalando con un pulgar al nuevo chico.
-Estamos formando una pandilla – dice el pandillero que ahora tiene pandilla. - ¿Quieres entrarle? – pregunta el ahora jefe de la pandilla.
-Nel, tengo escuela y suficientes problemas.- contesta el estudiante saludando de mano al nuevo pandillero.
-Hola carnal- dice el nuevo pandillero.- Yo iba a la escuela, pero me corrieron del trabajo y ya no tengo dinero, entonces mi jefa me corrió de la casa, y mi vida se hizo un desastre, entonces me vine a armar banda con el pandillero.
-Chale… ¿Por qué te corrieron de la chamba?
-Por culpa del mafioso de los chismes, ese que está ahí enfrente del palacio de cartón junto al payaso ese.
-¡¿No manches que te metió en uno de sus chismes?! – preguntó el estudiante - ¿Por qué no le advertiste? – preguntó el estudiante al jefe de la pandilla.
-¡Si sí le dije!- contestó el pandillero dándole un zape al pandillero nuevo – Pero ya ves como es la gente.
Docenas y docenas de personas seguían pasando, algunas se detenían a ver el extraño espectáculo que ofrecían el mafioso de los chismes y un payaso que estaba junto a él.
-¿Y en que trabajabas?
-Era repartidor por aplicación.
-¡Ah! – Exclamó con sorpresa el estudiante – ¡¿Eres el repartidor que le llevó el regalito que resultó ser un soborno para la científica?!... Todo el callejón de las palabras estaba hablando de eso hasta la semana pasada.
El antes repartidor, ahora pandillero nuevo, sólo puso un gesto de tragedia e hizo una mueca.
-Chale – Se limitó a decir el estudiante – ¿El mafioso del chisme te hizo una de las suyas?
-Si – dijo el ex repartidor con amargura, sólo movía la cabeza con resignación.
-¿Y el payaso ese con el que está? – volvió a preguntar el estudiante - ¿Por qué hay tanta gente en el callejón?- miraba en todas direcciones, el Callejón de las Palabras estaba abarrotado. – Generalmente nomas estamos los que vivimos aquí… ¿De dónde salió tanta gente?
-Creo que todos están buscando a la niña – contestaron casi a coro los dos pandilleros. - A la del gatito, terminó la frase el pandillero nuevo.
-¿Y para que quieren a Esperancita? – preguntó muy extrañado el estudiante – Está más jodida que todos ellos.
-No creas – intervino por primera vez con seriedad el jefe de la pandilla – velos bien, todos son migrantes, todos son desposeídos, mi chavo.
El estudiante puso más atención a las personas, casi todos traían bolsas y maletas, todos se veían muy cansados, algunos venían heridos. Muchos se veían enfermos. La gran mayoría venían caminando desde el fondo del callejón, pasaban entre la casa del mafioso de los chismes y el palacio de cartón, se detenían un instante a ver las cámaras del payaso que vociferaba algo en contra del palacio de cartón, vociferaba en contra del avión de juguete del viejo loco, vociferaba en contra del tren imaginario del viejo loco, en fin, vociferaba en contra del viejo loco, pero ignoraba de manera magnánima a las decenas de personas que pasaban junto a él, frente a él y que lo miraban y le pedían algo de comer. Entonces, al verse ignoradas volvían a su camino.
-¿A dónde van? – preguntó el estudiante.
-Me van a buscar a la colonia que sigue, donde está la casota gris del hijo del viejo loco – contestó una conocida voz de niña desde atrás del jefe de la pandilla.
El estudiante se giró bruscamente y movió unos centímetros al jefe de la pandilla. Se encontró con Esperancita acuclillada que había estado llorando, estaba escondida detrás del jefe de la pandilla, este regresó rápidamente a su lugar cubriendo a Esperanza para que los centenares de peregrinos no la vieran. Se acuclilló el estudiante.
-Esperanza, ¿por qué lloras, por qué te escondes de todos ellos? - La niña seguía callada. ¿Tienes miedo de lo que te vayan a hacer? – volvió a preguntar el estudiante.
-No sabes nada – dijo la niña - ¿Para qué estudias tanto?
-Para saber – contestó el estudiante, limpiándole la cara a la niña que esta vez si se lo permitió.
-¿Sabes por qué lloro, por qué me escondo y por qué no digo nada?
-No, Esperanza, no tengo ni idea – contestó el estudiante.
-Por el mismo motivo por el que él grita tanto y hace tanto ruido y ríe tanto – Contestó con sentimiento la pequeña señalando al payaso, al amigo del mafioso del chisme.
Al estudiante le hirvió la sangre, no sabía ni por qué… Sólo sabía que alguien tenía que quitarle la frivolidad al payaso ese que se enfocaba tanto en provocar al viejo loco, no importaba si a su alrededor pasaban cadáveres suplicantes. Sintió una furia imparable, pudo ver de reojo al malévolo ser, aquel que decía lo mismo que todos, que el gato tuerto era suyo, ese obscuro personaje seguramente estaba riendo y siguiéndolo con esa mirada aterradora. Al estudiante no le importó, caminó furioso hacia el payaso aquel que tanto vociferaba y tanto se reía. Esquivo a una treintena de personas en condiciones cada vez más miserables conforme se acercaba al individuo.
-¡Miren su ridículo tren que está destruyendo el paisaje! – gritaba el payaso cuando por fin llegó el estudiante frente a él.
-¿¡Qué te pasa, payaso, estás ciego, estás enfermo o nomás eres una basura?! – gritó el estudiante con voz ahogada y la cara roja de cólera - ¿No ves a las decenas de personas a tu alrededor que requieren atención?
-Tranquilo joven – contestó el payaso con un marcado aliento alcohólico – si yo no lo he molestado a usted, más bien, ¿qué le pasa a usted que está tan alterado? Si estamos chupando tranquilos.
-¿Tranquilos? – Murmuró el estudiante en completa negación, al claro borde del desmayo- Te la pasas peleándote con el viejo loco del palacio de cartón, y toda esta gente que te pide ayuda y tú que no les das ni una mirada. ¿Me dices que estás chupando tranquilo?, ¿si supiste que tu amigo organizó a los chavos de las canchas para que patearan al gato?, ¿¡si sabes que toda esta gente no puede vivir en sus casas y se están yendo a pedirle a los de la Nápoles que los dejen vivir ahí aunque sea limpiándoles el culo?! – El estudiante se queda esperando una respuesta, y la ve asomarse a los ojos del payaso que, al cambiar de semblante parecía al borde de las lágrimas.
-¿Tú crees que no los veo?- preguntó el maquillado, haciéndole señas al operador de la cámara para que se tomara un descanso. -¿Tú sabes dónde está Esperanza verdad? -El estudiante se vio sorprendido por el conocimiento del desconocido. El semblante de ese payaso empezó a oscurecerse al ser evidente que el estudiante sabía dónde estaba la tal Esperanza.
-¿Qué importa dónde está? – preguntó tembloroso el estudiante al ver que al menos veinte de las personas alrededor se detuvieron y lo voltearon a ver con cara de hambre.
-¿Usted sabe dónde está Esperanza? – Preguntó un hombre viejo que venía cargando varias pacas de paja en su notablemente adolorida espalda.
-¡Claro que no! – Mintió el joven estudiante. – Son mentiras del payaso borracho este.
El payaso miró con furia al estudiante, su semblante se había vuelto muy obscuro, se había convertido en un payaso verdaderamente macabro. Tomó al estudiante por las solapas de la camisa y lo comenzó a empujar furioso.
-¿Por qué no les ayudas tú grandísimo estudiante bravucón? ¡Tú si sabes dónde está ella! ¿¡Por qué te haces el ofendido semejante escuincle mediocre!? – le gritaba el payaso mientras lo empujaba a través de la muralla de gente hasta que sintió el estudiante que lo estrellaban de espaldas contra una pared.
Lo habían estrellado justo junto a la escalinata de la casa del ser obscuro, el siniestro Belcebú que, sentado en la escalinata, veía con esos ojos encendidos el pleito entre el estudiante y el payaso macabro.
-Oye Chamuco, dime si ya dejaron de ponernos atención los migrantes, ¿porfa?- preguntó el payaso en tono muy bajo.
-No payaso, siguen viéndote a ti y al escuincle preguntón este con mucho interés – Contestó con su gutural voz Satanás. El payaso no soltaba al estudiante, el pobre no dejaba de temblar. Con voz muy baja le dijo el payaso – Tranquilo chavo, no te voy a pegar, nomás que la regué y te podían linchar ahí por mi culpa.
-¿Entonces no te importa dónde está Esperancita?
-Ya se voltearon para otro lado y ya se están yendo payaso, ya pasó el borlote que armaron ustedes dos – dijo el ser obscuro con su voz cavernosa, como de ultratumba, el ángel caído.
El payaso soltó al estudiante y metió la mano nerviosamente a su saco, mostró una bolsa de cartón que envolvía, muy presumiblemente, una botella de la que bebió un largo trago y luego se la ofreció al estudiante.
-Dale un buen trago pal susto.
El estudiante aceptó la sugerencia, bebió tres tragos largos y profundos, tosió y casi se ahoga, lo que arrancó carcajadas al payaso y a Lucifer. Esperaron un momento y miraron como los migrantes pasaban, todos en una dirección. Todos hacia allá, pero caminando sin rumbo a la vez.
-A ver- volteó a ver el payaso al estudiante con expresión seria nuevamente - ¿Por qué se esconde Esperanza?
-Porque ella no puede hacer nada por esta gente – dijo el estudiante con expresión amarga. Miró al payaso, y a este se le salieron un par de lágrimas, le arrebató la bolsita de cartón al estudiante que estaba impresionado, nunca había visto un rostro más triste.
Le ofreció, el payaso, la bolsita de cartón al ente siniestro.
-Éntrale unos tragos mi Belcebú – dijo el payaso.
Satanás tomó la bolsita de cartón, le dio un largo trago y agradeció con un ademán al payaso.
-¿Y si Esperanza no puede hacer nada? – dijo el payaso llorando, con tristeza infinita en la mirada – Dime, niño, ¿qué esperas que pueda hacer yo?, creo que ni siquiera este ángel caído que tenemos de observador, pueda hacer nada por todos ellos – dijo dando un trago mas – por todos nosotros.
Cerró la botella adentro de la bolsita de cartón, giró, el payaso macabro, sobre sus talones y comenzó a caminar de regreso hacia el palacio de cartón, donde lo estaba esperando su amigo, el mafioso de los chismes y todo su equipo de filmación.
- ¡Echen a andar las cámaras, Órale!
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